lunes, 23 de julio de 2012

Lo Materno


Lo materno:
 Lo que se juega en el proceso de tomar el lugar de madre

Carolina Martínez Dmz.

Velloncito de mi carne,
que en mis entrañas tejí,
velloncito friolento,
¡duérmete apegado a mí!

La perdiz duerme en el trébol
escuchándole latir:
no te turben mis alientos,
¡duérmete apegado a mí!

Hierbecita temblorosa
asombrada de vivir,
no te sueltes de mi pecho:
¡duérmete apegado a mí!

Yo que todo lo he perdido
ahora tiemblo hasta al dormir.
No resbales de mi brazo:
¡duérmete apegado a mí!
Gabriela Mistral



Se dice popularmente en mi país, al hablar del lugar de la madre: “madre solo hay una”, cosa que si bien no tiene mayor complicaciones en el sentido lógico y práctico de la frase, hasta cierto momento es un lugar que se tiene que conquistar. Con ello me refiero a que si bien una persona puede parir a un bebé, esto no conlleva que de manera automática el bebé identifique en la procreadora, a la mamá; ni tampoco ocurre que la mujer gestante, tenga y asuma su lugar de madre. 

            El conquistar el lugar de madre, es un vals de dos, donde tanto el hijo como la madre, deberán de reconocerse, no solo en la mirada, sino también en los actos, palabras, caricias, gestos, silencios, etc. siendo lo anterior atravesado no solo por lo consciente, sino primordialmente por lo inconsciente. Sin embargo habrá que tener claro que para que lo anterior ocurra, también habrá de intervenir el que represente el lugar del padre. 

            En México, la madre es una de las figuras que desde nuestros antepasados, más se sobrevalora, en perspectiva con el lugar del padre. Me explico y avanzo un poco más, para ir trasmitiendo mis reflexiones sobre el fenómeno que ocurre en mi país con respecto a la familia, entendida  en el sentido más genérico del termino, sin con ello excluir las nuevas formas de hacer familia, como lo son: madres solteras e hijos, parejas lesbianas e hijos, parejas gays e hijos, madres y padres divorciados que forman una nueva familia con sus respectivos hijos, etc. En el presente escrito solo me abocaré más que analizar estas nuevas formas de hacer familia, a pensar el lugar de la madre (y por consecuencia del padre e hijo) independientemente de la orientación sexual o estado civil de los que ocupen estos lugares. La madre, México, llega a ocupar un lugar de importante trascendencia en la vida cotidiana,  esto conlleva a tener importantes privilegios, pero al mismo tiempo se le llega a posicionar en un lugar de desigualdades, devaluaciones, sacrificios, que terminan condenándola y victimizándola, teniendo como resultado el que la sociedad, llegue a demandar de quien ocupa el lugar de madre, que ponga a primer plano, el ser madre, ante cualquier otro lugar u ocupación que pueda llegar a tener. Además nótese que las principales ofensas o “malas palabras” en México, incluyen a la madre.

Tomando en cuenta el análisis que Heriberto Yépez, hace de la familia del mexicano, en su libro La increíble hazaña de ser mexicano, donde menciona  que “la desintegración mexicana consisten fundamentalmente en una mujer que no se valora a sí mismo y un varón que no se autosustenta emocionalmente. Al no valorarse, ella necesita a los hombres para salir adelante económica y socialmente. Al no saberse autosustentar emocionalmente –al no poder estar solo, sin que una mujer cobije sus emociones, sin que una mujer le dé calor-, el varón depende de mujeres para encontrar sentido a su existencia. Sin ellas se siente frío, muerto”. Con lo anterior si bien, no es mi intensión hacer una generalización de la estructuración psíquica de mujeres y hombres mexicanos, si lo tomo en cierta medida como punto de referencia para entender el efecto que tienen esto en el consciente y/o inconsciente colectivo del mexicano, al momento de estar en el lugar de madre o padre.  

Yépez, agrega en dicho libro, “ser madre en México, es sinónimo de aguantar, de someterse hasta llegar al hartazgo y estallar”. Si bien mi intensión no es hacer un estudio pormenorizado de la figura de la madre en México, pongo estos puntos en perspectiva, para poder entender, como muchos de los malestares en la actualidad, que remiten al lugar de la madre en mi país, pueden entenderse desde las expectativas conscientes e inconscientes que de manera transgeneracional se van heredando.

El anterior referente histórico, tiene como intensión, dar la pauta para entender cómo se accesa, ocupa y conquista el lugar de madre (en lo cual debe de pensarse también el contexto histórico y cultural, en donde se encuentre quien ocupe dicho lugar, de ahí la intensión de explorarlo desde mi contexto histórico). Sin embargo no podemos pensar en el lugar de madre, sin pensar en el lugar del hijo y del padre a la vez. Con ello retomo uno de los puntos que Daniel N. Stern, plantea en su libro La constelación materna. La psicoterapia en las relaciones entre padres e hijos, cuando expresa “al nacer el bebé, la madre empieza a reconstruir sus representaciones sobre quién es ese bebé y quién llegará a ser”, aunque también agrega que esas representaciones van de la mano de las primeras representaciones que esa madre tuvo, cuando solo estaba en el lugar de hija, en sus juegos de muñecas, y en todas las fantasías de las que se nutrió en su niñez y adolescencia. Con lo anterior se muestra como la madre, va verse atravesada grandemente no solo por su presente, sino por su historia pasada, lo cual junto con un sinfín de factores, le van a ir dando elementos para ir tomar dicho lugar; a lo cual se sumará el encuentro con su hijo, y con el padre de ese hijo, que hará que se vayan tejiendo las líneas que le permitirán ir delineando su lugar.

El lugar de madre, no solo se conquista con la ayuda del hijo y del padre, sino que considero que se irá re-editando en función a las circunstancias que la propia vida vaya marcando, además de las etapas de la vida en las que se encuentre dichos miembros. Lo anterior lo ejemplifico de la siguiente manera, una madre no puede tener el mismo lugar, como mamá de un recién nacido, que como madre de un joven o de un adulto; es necesario que cada uno de los involucrados vaya haciendo ciertas renuncias, sin dejar de lado las ganancias que a la vez se van logrando. 

 Cierro mis reflexiones, haciendo un análisis de lo que Pepa Horno, expresa en su libro Ser madre, saberse madre, sentirse madre, en donde expresa “crecer necesita espacios y tiempos propios. Las relaciones simbióticas entre padres e hijos, dañan a los niños porque les impiden ser autónomos y a los padres o madres porque los anula. Si no conservamos una identidad individual, más allá de la pareja, más allá de ser madres o padres, acabaremos destruyendo parte de nuestro ser y haciéndoles pagar el precio de ese dolor a nuestros hijos”. Por lo que considero que el lugar de madre, no deberá de anular el de mujer, ya que en muchas culturas, como lo es la mía (México), tiende a limitarse el lugar de la mujer al de madre, lo cual puede traer muchas implicaciones en la constitución psíquica no solo de las mujeres, sino también de los hijos que esas mujeres procreen, si llegan a tomar el mandato cultural como sinónimo: mujer=madre. Además considero que es necesario restructurar las teorías psicológicas, psicoanalíticas, psiquiátricas, en general todas las ciencias que se aboquen al estudio de los subjetivo, en donde se haga más presente la inclusión del lugar del padre en la constitución subjetiva del hijo, y no se repitan modelos teorizantes que realcen el matriarcado, y dejen fuera el lugar del padre, el cual lo trabajo muy de cerca Lacan. 

Y termino, tomando a Esteban Levin, con respecto a lo que menciona en su libro La función del hijo,  “la filiación de un hijo/niño a una genealogía, a un linaje, a una historia que sin saberlo lo preexiste y lo hace existir más allá de su cuerpo, de su herencia genética, de su organismo. El nacimiento de un sujeto estará delineado por esta herencia simbólica que, vía el campo del Otro, anuda la estructura al desarrollo, configurando los puntos de encuentro posibles, donde tendrá que reconocerse y afirmarse. Dicho reconocimiento y afirmación, tendrá que ir de la mano de la renuncia tanto a la madre y al padre, por parte del hijo. Por lo tanto,  si entendemos que las relaciones humanas, son de lo más complejo en el tema de lo humano, habrá que tener claro que, por tal motivo no se podrá hablar de funcionamiento “ideal” por parte de la madre, del padre o del hijo, cada uno hará lo que este dentro de sus posibilidades, contemplando que cada uno esta atravesado por sus fantasmas, actos, silencios, palabras, pensamientos, fantasías, emociones, historia, cultura, etc. que de manera consciente e inconsciente irán entretejiendo la vida del sujeto y por consecuencia las relaciones que este establezca con su medio.



 
Bibliografía
Horno, Pepa. Ser madre, saberse madre, sentirse madre. Ed. Desclée de Brouwer, S.A. España. 2011.

Levin, Esteban. La función del hijo. Ed. Nueva Visión, Buenos Aires. 2007.

Mistral, Gabriela. Poema apegado a ti: http://www.gabrielamistral.uchile.cl/poesiaframe.html

Stern, Daniel N. La constelación materna. La psicoterapia en las relaciones entre padres e hijos. Ed. Paidós, Buenos Aires, 1995.

Yépez, Heriberto. La increíble hazaña de ser mexicano. Ed. Planeta Mexicana. México. 2010.



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