Carolina Martínez
Retomo a Silvia Bleichmar, para
replantear la concepción de la violencia dentro del psicoanálisis, la cual plantea:
“La violencia
no es un concepto psicoanalítico. Conceptos psicoanalíticos son agresividad y
sadismo; yo trato además de incluir la crueldad, que es la relación entre
agresividad y sadismo. Me parece que la violencia es un concepto de origen
sociológico que ha tomando la psiquiatría. En este sentido, yo no hago un
descarte absoluto de la violencia, sino que marco la forma de la violencia
destructiva, porque vemos una sociedad silenciosamente violenta, con la
fantasía de pasivización absoluta. Las formas de la desubjetivización actuales
son silenciosamente violentas y se expresan fundamentalmente en la marginación
y la indiferencia. La indiferencia siempre ha sido generadora de violencia, la
cual es valida en muchos casos. Los autistas salen, a veces, del cuadro de
autismo con berrinches espantosos; y son acciones violentas necesarias. Lo
mismo ocurre, a veces, con las sociedades. El problema que se presenta es cuál
es el destino de esto: si el destino de la vivencia del autista va a ser
encerrarlo y doparlo, o si va a empezar a pensar que hay un sujeto que empieza
a conectarse con el exterior y que ha salido del encapsulamiento en el que
estaba”.
Retomo a
Bleichmar, para detenernos a pensar, la sociedad en el momento actual, la cual
en muchos momentos tiende a presentarse como una “sociedad dopada” a múltiples
cosas, no solo desde el aumento en consumo de drogas químicas, sino
principalmente a las que si bien no estarían dentro del ámbito de lo químico (como
drogas “legales e ilegales”), juegan su función de “droga”, al situarse como
algo que necesita ese sujeto para poder vivir, y más contemplando los efectos
de un capitalismo avasallador, en donde el sujeto tiende a ser borrado, y su
deseo a ser sustituido por un sinfín de aspectos materiales, dando la falsa
esperanza de sentirse pleno, o feliz, en el mejor de los casos.
Es como si los
medios de la actualidad, nos platearan siempre múltiples panaceas, para
sentirnos “felices”, como si hubiera una fórmula exacta para alcanzar la “felicidad”,
y con ello el sujeto se perdiera una y otra vez, en una espiral sin fin, entre
lo material y lo más mundano. Hasta dónde
las sociedades actuales, son muy “creativas” en ir generando nuevos mecanismos para
borrar al sujeto, lo cual entre uno de los efectos que llega a generar ello, es
la producción de nuevos autómatas que no se cuestionen su deseo, y a la vez no
deseen tener un contacto desde lo real, con la sociedad en la que con-vive, encerrándose
con esto en un “mundo virtual”, que como en el caso del autista, en ocasiones
puede llegar a generar la fantasía de sentirse conectado con los otros, cuando
termina irónicamente, estando más alejado de ellos.