jueves, 23 de diciembre de 2010

Proceso de transición, de la adolescencia a la adultez. Lo que se juega en el proceso de ser adulto.



Diciembre 2010
Carolina Martínez D

Qué es lo que se juega en el proceso de pasar de una etapa a otra, de perder la adolescencia y nacer en la adultez, cómo es que se sabe que se ha dejado de ser adolescente y se ha empezado a ser adulto; existen “adultos” que siguen siendo adolescentes en su interior o en su defecto adolescentes que tienen la edad para ser adolescentes e internamente sus actitudes reflejan más una adultez; es que el humano deja en su totalidad de ser adolescente para tomar otra apariencia, que claro no solo se queda en el ámbito de lo físico, sino principalmente desde lo subjetivo. Cómo puede el medio, la sociedad  comprobar o bien evidenciar que ese joven a dejado de ser adolescente para convertirse en un adulto, que ha dejado el manto protector de la adolescencia para emprender el pasaje de ser adulto; cómo es que un padre puede evidenciar que su hijo ha crecido y ha dejado de ser un adolescente y se ha convertido en todo un hombre o mujer, en pocas palabras cuándo se deja de ser adolescente y se pasa a ser una adulto, qué cuestiones internas y externas deben de atravesar para poder decir que el adolescente ha “muerto” y ha “nacido” por consecuencia el adulto. 

            Estas serán las preguntas con las que iniciaré mi análisis y que se centrarán principalmente en analizar el proceso de transición de la adolescencia a la adultez, además de poder caer en cuenta que no se podrá analizar dicha problemática sino se entiende el contexto particular por el que atraviesa cada joven su adolescencia, en otras palabras digamos que no podemos entender esta transición sino conocemos el contexto histórico, social, cultural, político, económico (por mencionar solo unos aspectos), los cuales tocarán, formarán y/o deformarán la subjetividad del joven adolescente, y con esto entender que aunque dos adolescentes estén atravesando la misma etapa de adolescencia, y compartan ciertas características básicas (o al menos las más elementales que tienen que ver con los cambios biológicos por lo que atraviesa cualquier joven en el inicio de esta etapa) nunca podrán ser los mismos, por poner un ejemplo las características de los jóvenes de México y los Japón; que aunque también es un hecho que no porque vivan en el mismo país van a atravesar el mismo proceso adolescente, si habrá más cosas en común entre sí, si son producto de una mismo país o estado, que si son de países con diferentes culturas.

             Esto me lleva a que puntualizar que en el ramo de la psicología, psicoanálisis o bien todo aquella área que implique el estudio de la subjetividad; es complicado platearse hacer generalizaciones, reglas, normas, o dogmas, y que por lo regular estas llevan a “pervertir” la visión o mirada que se tiene sobre cualquier tipo de fenómeno humano, o cualquier fenómeno en lo que lo humano se ve implicado o afectado directa o indirectamente. 

            Me detendré un momento a tomar y hacer mías las palabras de Octavio Paz, notable escritor mexicano (dicho sea de paso el único premio nobel que México ha tenido en cuestión literaria) lo cual nos ayude a ir apuntalando de una forma más directa nuestro tema a tratar que si bien tiene que ver como ya lo decía anteriormente con replantearlos qué es lo que se juega en el proceso de transición de la adolescencia a la adultez, esto me ayudará a empezarlo a ligar con otro proceso: el de Orientación Vocacional, que si bien la intensión del presente trabajo no será el de desarrollar o explicar el mismo, tendré que tocarlo de paso para poder entender lo que nos atraviesa en el desarrollo del presente ensayo. Paz decía: “la vocación más que un proceso intelectual es algo sobre todo afectivo, vinculado principalmente con las emociones, con el espíritu, con la esencia humana”. En ese sentido cómo entender la interrelación entre la orientación vocacional y el paso de la adolescencia a la adultez, que si bien con esto no quiero plantear que sea indispensable el atravesar por un proceso de O.V con un profesional para poder atravesar satisfactoriamente el duelo que se vive al pasar de una etapa a otra, sino solo lo tomaré la O.V como un proceso que nos puede también ayudar a entender la transición que se vive de una etapa a otra de la vida. 

            Regresando con Paz, y la concepción que éste tenía sobre la vocación, la cual la llega a ubicar como un proceso que se vive no desde lo intelectual, sino más bien desde las emociones, siendo estas emociones las que permiten al sujeto poder acomodar el montón de vivencias que se atraviesan a la hora de transitar por un duelo, un duelo no solo por el cambio desde lo corporal  y de las responsabilidades que van adquiriendo, sino más bien desde lo subjetivo. En esto me detendré un momento a plantear y a la vez incluir cómo lo que comentaba en un inicio, con respecto a tener que contemplar el contexto por el que atraviesa el sujeto, que en este caso,  un contexto lleno de complejidades como las que representa la sociedad postmoderna, y retomo a Marina Müller (2007) para entender al sujeto postmoderno, al decir de la autora, el sujeto producto de la cultura postmoderna, “es aquel en el que se acrecienta el individuo como centro, con invitación al hedonismo y consumismo “democratizados” en las sociedades del bienestar, en contraposición a la decadencia del ideal social y de los intereses colectivos de la primera etapa de la modernidad, caracterizada por la expansión industrial y la ética de la productividad y de la austeridad”. También es cierto que debemos de entender que la posmodernidad no se vive de la misma forma en África, por solo poner un ejemplo, que en Argentina, México o París.

            Estamos en un momento donde no se puede dejar de lado la influencia de la globalización en todo el mundo aun en los países más pobres, es de hacer notar que en éstos la postmodernidad no se va a vivir de la misma forma, digamos que son la clase más desfavorecida, aclaro, en el sentido (posiblemente) de vivirlo como algo ambivalente, ya que es algo totalmente extraño a su realidad, en el sentido de tener que subsistir con las pocas oportunidades que su contexto le presenta, en todos los ámbitos, los cuales se ven impactados principalmente por su  precaria condición económica, educativa, de salud, por solo mencionar algunos aspectos.  

            Una sociedad donde no se pueden garantizar a los ciudadanos las mínimas necesidades básicas, como lo son el alimento, agua, vivienda, educación, trabajo, servicios básicos (agua potable, drenaje, electricidad, gas entubado, teléfono, -e internet en nuestros días-) es imposible que se garanticen otro tipo aspectos como lo sería una sociedad que pueda considerarse “armoniosa”, que si bien no pretendo desarrollar que significaría lo armonioso en una sociedad, es claro que esta característica apunta a que pueda formar sujetos lo mas “sanos” posible o mejor dicho con una consciencia empática, de bien común,  que pueda garantizar el cumplimiento de los derechos humanos y con esto ayudar a que la sociedad que se geste, sea lo más “positiva” posible y genere en sus ciudadanos un inconsciente colectivo  que permita que todos los miembros de dicha sociedad puedan desarrollarse como consideren más conveniente a sus intereses, sin dejar de lado que éstos intereses ayudarán a que no solo el sujeto crezca y se desarrolle, sino a que el pueblo también lo haga. 

            Con lo anterior no pretendo platear el postulado de una sociedad utópica, sino solo generar una opción que ayude en el desarrollo integral del individuo y de la sociedad al mismo tiempo. Retomo a Bohoslavsky (2002), cuando menciona que “los psicólogos estamos acostumbrados a ver lo que el adolescente es, pero al adolescente le preocupa más lo que pude llegar a ser”,  además agrega que un joven que concurre a orientación vocacional demuestra estar preocupado por su persona en relación a su futuro; concurre a un orientador para buscar ayuda, lo cual indica que ese vínculo con el futuro está comprendiendo a OTRO.
 
           Considerando lo anterior será inevitable pensar, por un lado, la sociedad en la que desarrolla el adolescente para poder comprender su realidad, la forma en que se vincula, piensa, actúa, siente, cree, en pocas palabras la forma en que se constituye,  pero además no dejar de lado la propia subjetividad del joven, en el sentido de que cada adolescente representará un caso muy específico,  y con ello entender que aquel que se encuentre como orientador, deberá contemplar el proceso interno por el que atraviesa cada joven, para poder con esto ayudar de la mejor forma, en su proceso de descubrir quién es y quién quiere ser en la vida.  

            Tomo las palabras de Ginnott, psicólogo infantil, (citadas por Guillermo Jaim Etcheverry), donde menciona: “he llegado a la conclusión aterradora, yo soy el elemento decisivo en el aula. Es mi actitud personal la que crea el clima. Es mi humor diario el que determina el tiempo. Como maestro poseo el poder tremendo de hacer que la vida de un niño sea miserable o feliz. Puedo ser un instrumento de humor, de lesión o de cicatrización. En todas las situaciones, es mi respuesta la que decide si una cicatriz se agudiza o se apaciguará, y un niño se humanizará o se deshumanizará”. Si aplicamos esto a la figura del orientador, podremos decir que es necesario que éste tome una posición activa en el proceso que implica la orientación, pero sin dejar de lado que el joven asumirá un papel esencial en su propio proceso de elaborar un proyecto de vida, proyecto que no solo le permita vivir, sino también sobresalir y sentirse feliz, en paz y gustoso de lo que hace y deja de hacer, entendiendo que dicho proceso implicará  una constante construcción y deconstrucción del mismo. 

            Aunque no estoy del todo de acuerdo con Ginnott, ya que por momentos puede percibirse en estos planteamientos, un grado de omnipotencia, y por consecuencia esta pensarse como una postura de superioridad ante el otro, dejando al niño o adolescente como un mero receptor; por ello será importante que el orientador no tome una posición totalitaria, en el sentido de asumir que sus actos son los únicos que impactarán en las decisiones, pensamientos, sentimientos o acciones del joven; influyen, pero no determinan.

            Concluyendo, hay que entender que la adolescencia hay que verla desde una óptica más optimista y no reducirla como su nombre la ubica en una vil carencia (adolesceré)  de algo, o en el peor de los casos pensar que segregarla puede ser una forma de ayudarla, como lo hacían con los leprosos, según Michel Foucault (1976), en su libro Historia de la locura en la Época Clásica I,  pensando que esto ayudaría a erradicar la lepra.

            Entendamos que la transición de la adolescencia a la adultez no solo va a depender de los recursos (emocionales, intelectuales, sociales, culturales, psicológicos, etc.) que el joven tenga, sino de lo que también la sociedad  le provea figuras fuertes (padres, maestros, vecinos, amigos, conocidos, desconocidos, etc.) que le permitan crecer y lograr un buen pasaje, sin tantas complicaciones y sin tanta postergación, de una etapa a la otra; hacer que el adolescente se responsabilice de su vida, de sus aciertos y fallas, y con esto poder vivir con sus virtudes, limitaciones, inconsciente, falta, muerte y vida propia y del colectivo en el que se desarrolla.

            Cierro mis reflexiones con el siguiente poema:
EL INVENTO
Paul Éluard

La derecha deja de fluir de arena.
Todas las transformaciones son posibles.

Lejos, el sol afila en las piedras su prisa de acabar.
La descripción del paisaje importa poco,
Muy apropiada la agradable duración de las espigas.

Claro en mis dos ojos,
Como el agua y el fuego.
*
¿Cuál es el papel de la raíz?
La desesperación ha roto todas sus ligaduras
Y lleva las manos sobre la cabeza.
Un siete, un cuatro, un dos, un uno.
Cien mujeres en la calle
Que no veré ya.
*
El arte de amar, el arte liberal, el arte de morir, el arte de morir, el arte de pensar, el arte incoherente, el arte de fumar, el arte de gozar, el arte de la madurez, el arte de decorativo, el arte de razonar, el arte de razonar bien, el arte poético, el arte mecánico, el arte erótico, el arte de ser abuelo, el arte de la danza, el arte de ver, el arte de la diversión, el arte de acariciar, el arte japonés, el arte de jugar, el arte de comer, el arte de torturar.
*
Sin embargo nunca he encontrado lo que escribo en lo que amo.

Yo haría un agregado a este poema: el arte de ser niño, adolescente, adulto y viejo.





Referencias bibliográficas:

Bohoslavsky, Rodolfo. (2002). Orientación vocacional. La estrategia clínica. 1ª. Ed. 22ª. Reimp. Buenos Aires: Nueva Visión.

Éluard, Paul. (2006). La capital del dolor. 5ª. ed. Madrid: Gallimard

Foucault,  M. (1976). Historia de la locura en la Época Clásica I. 12ª. reimp. México: FCE. 

Müller,  Marina. (2007).  Orientar para un mundo en transformación. Jóvenes entre la educación y el trabajo. 2ª. ed. Buenos Aires: Bonum

Simpson, Ma. Gabriela (2008). Resiliencia en el aula, un camino posible.1ª. ed. Buenos Aires: Bonum  

Revista Mexicana de Orientación Educativa, No. 0 (2003).Entrevista a Octavio Paz sobre su vocación (I), Héctor Magaña Vargas.